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Nada ha sido normal

  • Adrià Huertas Vidal (@adriahuertas19)
  • 20 dic 2017
  • 3 Min. de lectura

Al principio me parecía exagerado decir que estas elecciones del 21-D no eran normales. Pero lo cierto es que al final, nada ha sido normal. Son los primeros comicios autonómicos que no son convocados por el ejecutivo catalán, sino por el español a través de la aplicación del artículo 155. Una aplicación que se dio como respuesta a una declaración de independencia que nunca se produjo. Da la sensación que, a fin de cuentas, Catalunya ha recibido demasiado castigo para lo que al final han hecho los independentistas.

Desde el momento en que se ponen en libertad provisional a todos los miembros del Govern menos a Oriol Junqueras, candidato de ERC, Joaquim Forn, Jordi Cuixart y Jordi Sánchez (número dos de la lista Junts per Catalunya) algo huele raro. Mantener al favorito y al segundo de abordo del 'President' en Bélgica es interferir en las elecciones. Una decisión que cogió a ERC por sorpresa obligando a Carles Mundó y Marta Rovira a hacer un cursillo rápido de debate político. Sobre todo, para la secretaria general, tras el ridículo que hizo junto a Inés Arrimadas en Salvados.

Nada ha sido normal si las propuestas de los partidos no han sido en favor de los ciudadanos si no en contra de los adversarios políticos. Ha parecido que los candidatos solo buscaban el voto para demostrar su fuerza ante el adversario, pero no para hacer algo útil. Nada sobre lucha contra la corrupción, reducción de la pobreza infantil. sanidad, educación o reducción de paro. No fue normal que un partido de izquierdas no se supiera ni el número de barracones escolares que hay en Catalunya ni el número de refugiados que ha llegado este año. El monotema del 'procés' ha infectado la campaña hasta alcanzar niveles asquerosos. Y lo peor, es que por mucho que algunas candidaturas lo denuncien, todos los jugadores se han sentido a gusto en ese terreno de juego.

No es normal que TVE tenga que compensar a la CUP por no emitir sus 'spots' de propaganda electoral. Ni que Carles Mundó (ERC) y Jordi Turull (Junts per Catalunya) tengan que compartir plató de televisión con candidaturas que apoyan su encarcelamiento. No es normal que Carles Puigdemont pueda hacer campaña, aunque sea desde Bruselas, y Junqueras no. No ha habido igualdad de oportunidades para acceder a la Generalitat en estas elecciones. Eso creo que, independientemente de la posición que se tome, todo el mundo debería estar de acuerdo.

No ha sido normal que las tres candidaturas independentistas, sobre todo ERC y Junts per Catalunya, se tirarán cuchillos entre ellos si su objetivo es el mismo. La dura campaña entre los independentistas demuestra que la pugna no es por la República Catalana, sino simplemente por el poder. Ha sido duro escuchar a Puigdemont diciendo que si no votarle es resignarse a Rajoy. O a Marta Rovira criticando ahora a la "burguesía catalana" con la que han compartido esta "revolución de las sonrisas".

Me encanta la política, pero en campaña tiendo a mantener una equidistancia. No sé si durante esos quince días los políticos se muestran tal y como son en realidad o, por lo contrario, despliegan sus dotes de interpretación. Seguramente, cuando se dirigen a sus votantes interpretan un papel y cuando hablan a su adversario dejan a un lado lo políticamente correcto para hacerle el mayor daño posible. Es medio mes de tormenta, de declaraciones cruzadas que siempre se magnifican, que acaba en una jornada de reflexión. Veinticuatro horas de digestión electoral que tienen que acabar en algo tan difícil como un voto concienciado y del que esperas no arrepentirte.

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