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Susana Díaz: pugna por el andalucismo y el PSOE

  • José Ignacio Villar (@villarromeroig)
  • 6 dic 2017
  • 3 Min. de lectura

El pasado lunes se cumplían 40 años de la manifestación del 4 de diciembre de 1977, en la que miles de andaluces salieron a las calles para reclamar la autonomía de su pueblo. Con motivo de su aniversario, la izquierda se ha disputado la identificación política con los que entonces lideraron ese proceso, ya que de cara a las elecciones venideras puede otorgar un conglomerado de votos decisivo para la victoria.

El PSOE andaluz, en el poder desde 1982, ha luchado en los últimos meses por conseguir ese baluarte a través de la figura de Susana Díaz, quien se ha enfrentado fuertemente con Podemos e Izquierda Unida por vencerles en ostentar ese título simbólico. Si en sus inicios compartía fotos con Chaves y Griñán, ahora recurre a Rafael Escuredo, Presidente autonómico en los primeros años de autogobierno andaluz. Este cambio de identificación juega unas bazas estratégicas: el juicio del caso ERE dará comienzo la semana que viene.

Por otro lado, Díaz ha logrado mantener su poder en la estructura autonómica de su partido. La Presidenta ha conseguido vencer a los sectores sanchistas en todas las direcciones provinciales de Andalucía, marcando un importante hecho diferencial con el resto de federaciones del PSOE y la ejecutiva de Ferraz.

Y aunque el fracaso en las primarias frente a Pedro Sánchez parecía incluso amenazar su continuidad política, perdura como una líder díscola que se parapeta en el apoyo de las viejas caras del partido y de otros líderes territoriales. A pesar de que el reelegido Secretario General alcanzase una histórica victoria, Sánchez no ha conseguido adquirir la imagen de un líder de la oposición férreo y combativo, lo que le está valiendo a la Presidenta andaluza para torpedear los pasos del que no hace mucho tiempo fue su principal aliado.

Escenarios de conflicto: la crisis de Cataluña o la reforma del cupo vasco.

Ambos han sido campo de batalla entre lo que podemos considerar dos facciones del PSOE. La dirección central del partido ha abierto varias veces la puerta al reconocimiento de diferentes naciones en España por boca del propio Sánchez, línea que no mantiene Díaz. También se opone a la fórmula que ha planteado Iceta para Cataluña, que proponía crear una hacienda única catalana y la condonación de la deuda autonómica. Escuredo ha planteado públicamente a la actual Presidenta su miedo por un “fuego amigo” con el PSC ante la colisión de los intereses de ambas comunidades.

Del mismo modo, la sevillana mostró su apoyo a la aplicación del artículo 155 antes que la propia dirección del partido, influyendo por tanto en las decisiones de este, ya que Díaz habría ofrecido a Rajoy el apoyo de los diputados y senadores socialistas andaluces. De hecho, cuatro de esos diputados se negaron a votar en contra de la gestión del gobierno en Cataluña el pasado septiembre, alegando que se habían “equivocado”.

Por otro lado, el apoyo del PSOE al nuevo cupo vasco no solo sentó mal a Susana Díaz, sino también a otros barones socialistas (e incluso populares). Creían que podían haber forzado a Moncloa a impulsar la reforma de la financiación autonómica, lo que causó descontento entre algunos presidentes autonómicos como Ximo Puig (Valencia) o Javier Fernández (Asturias).

En definitiva, la estrategia de la socialista parece adaptarse a un andalucismo redefinido que no le cierra la puerta a volver a intentar liderar el partido en Madrid. Desde la política territorial, la líder andaluza está consiguiendo marcar la nacional.

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