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Hartos del qué, ahora queremos saber el cómo

  • Adrià Huertas Vidal (@adriahuertas19)
  • 7 dic 2017
  • 2 Min. de lectura

Llevo una semana leyendo programas electorales y todo apunta que así siga hasta el domingo. Los leo, los subrayo e intento entenderlos. Busco en Internet si algo no entiendo y marco en rojo las imprecisiones. Las promesas que, ya leyéndolas, ves que no las van a cumplir. Que las ponen para crear ilusión y digamos: ¡Ya era hora!

Sinceramente, a mí me cuesta mucho también cumplir las promesas. Lo siento, pero no le doy el valor que se merece a esa palabra. Por eso no acostumbro a hacerlo, porque el que promete poco es al final el que te acaba sorprendiendo. La verdad es que eso del "puedo prometer y prometo" se me queda ya muy antiguo. En la era de los barómetros, encuestas y 'hackers' rusos que cambian gobiernos no sé dónde cabe un programa electoral de cien páginas

Más todavía si miramos cómo nos informamos para poder formar nuestro voto. En programas de máxima audiencia con debates o cara a cara, mientras nos asomamos a Twitter para ver qué opina la gente que no conocemos sobre lo que estamos viendo, y si tenemos suerte y son 'gente' y no 'bots'. Dudo que alguien decida apagar la tele y el móvil y ponerse a leer siete programas electorales de más o menos cien páginas cada uno. Menos todavía si son papel mojado, sin firma al final que conlleve un compromiso real. Siendo un poco negativos incluso, podría citar al asesor político estadounidense, Bernard M. Baruch, y recomendarte que votes "al que prometa menos, porque será el que menos te decepciones".

Y es que leyendo programas electorales me doy cuenta que llevamos demasiado tiempo sabiendo lo qué quieren hacer pero no cómo lo quieren hacer. Sabíamos que el PP quería sacarnos de la crisis pero no nos dijeron que sería recortando en sanidad y educación. Sabíamos que querían acabar con el paro pero no favoreciendo la precariedad laboral. Sabíamos que Junts pel Sí y la CUP querían la independencia de Catalunya pero no sabíamos cómo lo iban a hacer, de hecho, en este caso, dudo que ellos lo supieran. Estamos hartos del qué, ahora queremos ir un paso más allá y saber cómo lo harán.

Ahora todos nos hablan a la cara para pedirnos el voto, bajan al barro, pasean por nuestras calles y plantan sus chiringuitos en nuestras plazas para decirnos qué debemos hacer el 21-D. Se quitan los trajes y camuflan como camaleones su vestimenta dependiendo del lugar en el que tiene el acto de campaña. Te saludan, te dan la mano e incluso algún afortunado se puede llevar un par de besos. En algún que otro pueblo sobornan con paellas a los votantes mayores y regalan globos con el logo del partido a los más pequeños. Y este año, al caer en Navidades, los partidos han decorado nuestras calles con sus caras retocadas, sus símbolos y sus frases profundas.

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