¿Cómo ha resurgido la extrema-derecha en Europa?
- José Ignacio Villar (@villarromeroig)
- 18 oct 2017
- 4 Min. de lectura

Las últimas elecciones generales de Alemania y Austria confirman el imparable auge de la extrema-derecha en el continente. Cada vez son más los países en los que esta ideología obtiene un considerable peso, e incluso en algunos han llegado a alcanzar el gobierno. La Unión Europea teme desde hace tiempo que adquieran una cuota de poder suficiente que les permita acabar con el proyecto común, hoy día más amenazado que nunca.
La victoria en los comicios del Partido Popular austriaco de Sebastian Kurz, candidato centro-derechista de tan sólo 31 años con un perfil moderno parecido a los de Trudeau o Macron, contrasta con la tercera posición del FPÖ, formación ultraconservadora que tiene todas las der ser socio de gobierno del ganador. En total, un 55% del país ha votado a la derecha, dejando a los socialistas del actual primer ministro Christian Kern como segunda fuerza. Este augura que Austria vivirá una “orbanización” tras el previsible pacto entre Kurz y el líder ultraderechista, H.C. Strache, al que muchos acusan de tener un pasado neonazi.
Cuando Kern habla de “orbanización” se refiere a la figura de Viktor Orbán, primer ministro de Hungría. También ultraderechista, llegó al poder del país magiar en 2010, aunque ya lideró el país entre 1998 y 2002. Kern también podría haber comparado a Strache con Gauland, candidato de la extrema derecha en Alemania que se alzó con un 12% de los votos el pasado mes de septiembre. Su formación, AfD (Alternativa por Alemania) propone un programa antiinmigratorio y euroescéptico, desafiando a Merkel y al status quo germano.
En la misma línea, Marine Le Pen consiguió en Francia que su partido, el Frente Nacional, llegase a la segunda vuelta de las presidenciales para batirse con Macron. Le Pen perdió contra el liberal, pero consiguió interponerse por encima de la derecha gaullista, de los socialistas, y de la izquierda clásica gala.
Muchos califican también al UKIP, el partido artífice del Brexit en Reino Unido, como ultraderechista y xenófobo. A su ya exlíder Nigel Farage le han llovido críticas de populista y eurófobo. Las mismas acusaciones ha recibido Geert Wilders, líder de la extrema-derecha holandesa que quedó en segundo lugar en marzo tras la victoria del liberal Mark Rutte.
Algunos consideran que Polonia está en manos de la ultraderecha: Andrzej Duda, líder del Partido “Ley y Justicia”, de corte ultraconservador, nacionalista y democristiano, presenta un discurso férreo, cercano al euroescepticismo y claramente derechista.
Además de todos estos países, otros como Dinamarca, Suecia, Finlandia, Grecia (con el polémico Amanecer Dorado), Eslovaquia, Suiza… también viven el apogeo de la extrema-derecha, suscitando un miedo en el continente que recuerda a décadas anteriores. Pero, ¿a qué se debe este “boom”? Lo resumimos brevemente:
1. Crisis económica y políticas de austeridad
La crisis que comenzó tras el pinchazo de la burbuja inmobiliaria y financiera en 2008 ha sacudido Europa durante años, aumentando las desigualdades, la pobreza, y sobre todo, el desempleo. Esta recesión ha provocado el malestar de miles de europeos, quienes han visto cómo la UE trataba de combatirla con recortes y grandes reducciones de gasto público. Aprovechando una desafección galopante entre los votantes, los partidos populistas (los de extrema-derecha entre ellos) se han hecho con la confianza de aquellos que buscan que el sistema no vuelva a actuar cómo lo ha hecho hasta ahora, para muchos alejado de las clases sociales. Además, muchos consideran que la UE ha terminado gestionando competencias que nunca se deberían haber transferido, por lo que proponen la salida del Euro o incluso la disolución de la Unión. Bruselas es vista cómo una organización en manos de una élite continental que habría arrebatado parte de la legitimidad de las respectivas naciones.
2. Crisis y corrupción política
Al mismo tiempo que estallaba la crisis económica, los casos de corrupción invadían las primeras planas de los diarios europeos, sobre todo en los de los países mediterráneos. La extrema-derecha ha acusado a los implicados en ellos de responsables de la crisis, vaciando las arcas públicas y desatendiendo el correcto funcionamiento de la administración. Asimismo, se ha percibido una gran lejanía entre gobernante y ciudadano: uno se mantenía en el poder durante décadas con el mismo sistema de partidos mientras el otro se enfrentaba en su día a día a la recesión, lo que ha sido exprimido por el populismo para ganar apoyos.
3. Terrorismo e inmigración
El terror yihadista ha traído como consecuencia el fortalecimiento de las identidades nacionales frente a un enemigo común, al que directamente se ha calificado como el Islam. De este modo, se rechaza totalmente la convivencia con ciudadanos árabes en la sociedad, llegando incluso al cierre total de las fronteras para impedir el paso de refugiados como se ha visto en la Hungría de Orbán. A esto hay que sumarle el gran aumento de la inmigración, que ha despertado así una respuesta de conciencia colectiva que ha apelado al estilo de vida común y a las costumbres y tradiciones, en boca ahora de una extrema-derecha que se niega a la inclusión de los musulmanes.
4. Crisis de la globalización
Si el comienzo del siglo XXI confirmaba el triunfo de la globalización y su progresiva implantación a lo largo del planeta, actualmente esa visión está en entredicho. El fortalecimiento del nacionalismo y el rechazo del liberalismo económico (otro punto fuerte de la ultraderecha) amenazan el proyecto de reducción de fronteras no sólo comerciales, sino también de tránsito y de libertades. Aquí es dónde entra en juego Donald Trump, convencido al igual que muchos extremistas europeos (de los cuales algunos son sus aliados) de que un mayor intervencionismo y la defensa de los intereses nacionales por encima de los globales hará de la nación “un país grande de nuevo”.
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