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¿Puede estallar la guerra entre Estados Unidos y Corea del Norte?

  • José Ignacio Villar (@villarromeroig)
  • 15 ago 2017
  • 3 Min. de lectura

Dos líderes mundiales mantienen el pulso en una escalada de tensiones que aviva el recuerdo de la incertidumbre de la Guerra Fría. Imprevisibles y complejos, Trump y Kim Jong Un comparten rasgos que intensifican una relación imposible que se perpetúa desde hace décadas entre ambos países.

Echemos un pequeño vistazo a la historia de la península coreana. En la cruenta guerra de los años cincuenta, el país se divide en dos: por un lado, una Corea del Sur que tomaría el camino capitalista convirtiéndose en un aliado estratégico de Japón y los EEUU, y por el otro, la comunista Corea del Norte de la mano de China y la URSS.

Hasta ahora, la quiebra ha sobrevivido a años de presiones y nerviosismo en los que Corea del Norte se ha convertido en un régimen dictatorial, y Corea del Sur en una democracia cuyo principal ingrediente es el libre mercado, a pesar de mantener uno de los gastos públicos más altos del mundo.

La historia de los norcoreanos muestra férrea resistencia a un ambiente cada vez más hostil; la caída de la URSS en 1991 dejó a China como único aliado del entonces régimen de Kim Il Sung, abuelo del actual dictador. Más tarde, en 2002, el presidente George Bush Jr. incluyó al régimen en el denostado “eje del mal”, calificación que definía a los enemigos de EEUU y sus aliados.

Sin embargo, Corea del Norte no se ha echado atrás ni mucho menos. Está desarrollando una carrera armamentística equipándose de todo tipo de armas de destrucción masiva y misiles nucleares o balísticos, amenazando no sólo a su vecino Corea del Sur o al incómodo Japón, sino también a EEUU. Y es aquí donde entra en escena Trump, un presidente que no destaca por su tono conciliador. En la última semana, el magnate no ha descartado intervenciones militares en Corea del Norte y Venezuela, poniéndose a la altura de dos países con una intimidatoria comunicación verbal.

La última tensión (y la más fuerte quizá) surge tras las amenazas de Pyongyang de lanzar misiles sobre la isla de Guam (vieja colonia española), un enclave decisivo en el Pacífico para los EEUU, pues supone la puerta de Asia para el ejército americano. Kim Jong Un ha decidido lanzar esta amenaza a raíz de las últimas sanciones de la ONU, en las que se limitaban las exportaciones del estado mermando la ya carente economía norcoreana.

Pero no sólo Corea del Norte intimida con su enorme gasto militar; EEUU, Japón y Corea del Sur se mantienen firmes con unas cifras dignas de análisis. Washington mantiene un despliegue de 50.000 militares en la región Asia-Pacífico con varios submarinos, buques, e incluso el portaaviones Carl Vinson que se hizo famoso la pasada primavera por sus maniobras de distracción. Mientras tanto, el gobierno nipón de Shinzo Abe ha decidido mantener hasta 2019 una subida constante del 5% en el gasto en defensa, adquiriendo nuevos vehículos, drones o aeronaves. Seúl se sumará a finales de mes a nuevas maniobras diseñadas desde el Pentágono que seguro que reavivarán nuevamente la tensión.

Pero la que verdaderamente representa el papel más complicado en esta situación es China. Pekín, histórico aliado del régimen norcoreano, empieza a desligarse de un régimen en el que el 90% de sus exportaciones son absorbidas por el gigante asiático. Su creciente aperturismo comercial contrasta con lo que es casi una autarquía, que encima pone en jaque la actual paz que sostiene al capitalismo en el continente. Por esta razón, su papel diplomático es probablemente el más decisivo en esta encrucijada.

La guerra verbal tiene todas las de proseguir durante los próximos años; el pasado lunes, el jefe del Estado Mayor Conjunto de EEUU, Joseph Dunford, afirmó ante los medios que en caso de que fallase la vía diplomática y económica, no se excluiría la opción militar, postulado que también mantuvo el Secretario de Estado (equivalente al Ministro de Exteriores) Rex Tillerson.

En definitiva, si los órdagos que se lanzan las potencias entre ellas son verdaderamente reales, existe la posibilidad de una guerra que podría tener consecuencias desastrosas. Pero si bien estudiamos los intereses que mantienen unos y otros, entonces la probabilidad sería mucho más remota; a nadie le interesaría una guerra militar cuando se puede combatir por vías cibernéticas, espaciales o incluso comunicativas como llevamos viendo los últimos meses.

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