El G-20 trasluce un nuevo orden político mundial
- José Ignacio Villar (@villarromeroig)
- 10 jul 2017
- 3 Min. de lectura

La cumbre del G-20 celebrada en Hamburgo ha ocupado largos espacios de información en los medios de comunicación. En una era en la que las relaciones internacionales actúan en un escenario en el que simples gestos determinan por completo la diplomacia entres las grandes potencias, asistimos al que quizás sea el encuentro político más importante del año.
Recordemos que está compuesto por un total de 19 países, a los que además se une la Unión Europea como representación de sus estados miembros no representados por sí mismos. A la cita siempre acude España como invitado permanente, por lo que se sienta con menos posición y poder que el resto de países. Estos 19 están formados por el G-8 (EEUU, Canadá, Francia, Italia, Alemania, Gran Bretaña, Rusia y Japón), además de Australia, Argentina, Brasil, India, Indonesia, China, Arabia Saudita, México, Sudáfrica, Turquía y Corea del Sur.
La lucha contra la contaminación y el cambio climático han acaparado la mayor parte del debate y atención mediática en la cumbre. Tras los históricos Acuerdos de París de 2015, se establecía una nueva forma de combatirlos y prevenirlos, en la que el papel de Obama fue trascendental para lograr el consenso. Sin embargo, Trump ha deshecho este legado y ha dejado patente frente al G-20 que su país se retira del pacto, siendo la única potencia del grupo que no apoya la estrategia, a pesar de que “ayudarán a otros países a buscar y utilizar combustibles fósiles más limpios”.
El magnate negó en su día que el cambio climático existiese, llegando a acusar a las grandes empresas chinas de haberlo inventado contra sus competidores. Ha buscado aliados contra los Acuerdos, como por ejemplo Turquía o Arabia Saudita, pero no lo ha conseguido finalmente; han firmado el documento final. Tras el hueco dejado por Obama, líderes como Macron, Merkel, Macri (Argentina) y Trudeau (Canadá) parecen querer etiquetarse como los nuevos referentes en una política medioambiental internacional que nunca ha destacado por cumplir con todos sus objetivos.
Si bien esta materia ha sido motivo de desavenencias, también lo ha sido el nuevo debate sobre el aperturismo comercial y económico. Y también aquí ha sido Trump la voz disconforme. El eslogan “America First” ha llegado a la mesa de las decisiones políticas, y EEUU se presenta ahora como un país proteccionista, al que muchas acusan ya de querer aislarse. Mientras el resto de países dicen querer luchar por unos mercados abiertos y apostar así contra el proteccionismo, la Casa Blanca ha amenazado con cortar el grifo a las importaciones de acero, alegando motivos de seguridad nacional. De este modo, comienzan a publicarse encuestas que sitúan a Angela Merkel o a Xi Jinping (presidente de China) como líderes globales por encima del estadounidense.
Además de Trump, la prensa mundial ha estado muy pendiente de las acciones y decisiones del presidente ruso, quien ha firmado con EEUU una tregua en la guerra de Siria. El liderazgo de Putin de una Rusia capitalista y conservadora a partes iguales, parece sintonizar en algunos aspectos con el gobierno de Washington; habrían estado a punto de crear una policía cibernética común con el fin de bloquear los ataques por parte de hackers que tanto daño han hecho a multinacionales con sedes en ambos países.
Y cómo no, el G-20 también ha discutido la amenaza internacional que provoca Corea del Norte. Tras meses de intimidaciones con cada vez mejores y más sofisticados misiles y materiales nucleares, Washington, Seúl y Tokio acuerdan maximizar la presión y establecer nuevas sanciones a un régimen de Kim Jong Un que cada día da un paso más en la escalada de tensiones.
Aunque la cumbre tenía como objetivo una perspectiva global, paradójicamente la mayor amenaza que ha sufrido han sido las protestas anti-sistema que han cercado a Hamburgo, ciudad referente para muchos anticapitalistas y detractores de la globalización. La ola de manifestaciones terminó en un violento enfrentamiento que ha terminado con más de 180 detenidos, peligrando el enorme dispositivo de seguridad desplegado por las autoridades germanas. Los disturbios, que han tenido como epicentro el barrio de Schanzen, parecen evidenciar unos fallos de seguridad y control que la Alemania de Merkel no habría superado tras los atentados yihadistas… un debate universal que sorprendentemente ha sido dejado en segundo plano en la cumbre.
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