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Sánchez gana contra todos

  • Juan Manuel Salgado
  • 23 may 2017
  • 3 Min. de lectura

No dio resultado la estrategia mediática del aparato contra Sánchez. No fueron capaces de pararlo. No lo hizo la gestora, encabezada por Javier Fernández, no pudo Zapatero, ni José Bono, ni Rubalcaba. No fue capaz ni el mismísimo Felipe González. La candidata patrocinada por la maquinaria del PSOE, Susana Díaz, se pensó vencedora antes de tiempo, pero la realidad fue tan clara como contundente para la presidenta andaluza. Un 50% de votos favorables a Sánchez, frente al 40% que obtiene Susana Díaz, marcan la victoria de la militancia socialista contra quienes forzaron la dimisión de Pedro Sánchez y gestaron el ‘abstencionazo’ en el Comité federal del 1 de octubre. La candidatura de Patxi López fue capaz de acaparar un 10% de los votos, ganar en el País Vasco y reducir lo que podría haberse presentado como una derrota todavía más contudente para la baronesa andaluza. ¿Quién decía que los votantes no tenían memoria?

Los primeros escrutinios ya ofrecían 8 puntos de ventaja para la candidatura vencedora y, tras avanzar algo más el recuento, comenzaron a mostrarse ante medios y militantes los protagonistas de la noche en Ferraz. En primer lugar, Patxi López reconoció la victoria de Sánchez, aceptando su derrota con firmeza y responsabilidad. Susana Díaz no pareció tan entera, pues sus últimas declaraciones antes de los primeros resultados parecieron la arenga de una ficticia victoria en la que ella creía. Sin felicitar al ganador y siguiendo con un discurso poco consecuente con el mensaje de la militancia esa noche, marcando las directrices que tenía que llevar a cabo el partido socialista durante los próximos meses. No se presenció en sus palabras la lógica del ceder que lleva consigo una derrota. Con esa actitud se interpretaba que, pese a los resultados, el poder que estaba dispuesta a ceder era limitado.

Entre gritos de «Sí es sí», finalmente se presentaba el vencedor de la noche, cuyas palabras a priori no parecían desviarse mucho de la senda a la que nos tenía acostumbrados. Se leía el compromiso por adquirir de nuevo la condición de secretario general, llamando a la unidad de los barones del partido y apagando fuegos revanchistas que por momentos avivaban en la sala. La serenidad nunca había sido una carencia para Sánchez. Pese a lo irreprochable de su actitud en cuanto a las formas, cabe preguntarse si ese camino es el más adecuado. Ganar una batalla contra todos, puede ser una lección considerable, pero no asegura que la llama del odio de sus contrincantes internos vuelva a avivar. El perdón en esta vida es indispensable, pero el olvido puede traer consigo la resurrección de los fantasmas del pasado. Las bases han reelegido a un proyecto renovador, con un resultado suficientemente legítimo. Hay que pararse a recopilar los acontecimientos, recientes y pasados, para preguntarse si la necesidad del momento requiere más a un firme líder que a un mediador equidistante.

En conclusión, el socialismo ha sido el claro vencedor de la noche, a coste de una importante fractura interna para el PSOE, que era lo único que se daba por seguro antes de las votaciones. Es posible que por esa circunstancia, la expectación no fue tan notable en Ferraz como en otras ocasiones. Algo tuvo que ver la coincidencia horaria con el desenlace de LaLiga de fútbol. A la mañana siguiente, volvemos con la pregunta de siempre: ¿Y ahora qué? ¿Sánchez dará un golpe sobre la mesa y se convertirá en un líder socialista? ¿La oposición a Rajoy va a convertirse en un quebradero de cabeza para el PP? Quedan en el aire un mar de preguntas abiertas a todo tipo de opiniones, pero probablemente nadie sepa con claridad qué puede pasar a partir de ahora. Y de saberlo, solo puede tenerlo claro una persona.

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