Rusia y EE.UU disipan las tensiones después de las discrepancias en el caso Siria
- Anna Norte @annanorte
- 13 abr 2017
- 3 Min. de lectura

No se esperaban grandes avances en la relación entre Estados Unidos y Rusia después de la primera visita que mantuvo Rex Tillerson, secretario de estado de EE.UU con Lavrov, secretario de exteriores de Rusia, en Moscú.
Es cierto que la desconfianza empezó a asomarse poco antes de que el avión de Tillerson aterrizase en Moscú. El presidente ruso comparó la situación actual en Siria con los acontecimientos de 2003, cuando -después de su discurso en el Consejo de Seguridad de la ONU- EE.UU lanzó una campaña militar en Irak que tuvo como consecuencia "la destrucción del país, el aumento de la amenaza terrorista y la aparición de ISIS en la escena internacional"; declaraciones polémicas, que cuanto menos, aumentaban las posiciones antagónicas que mantienen ambos países respeto a la responsabilidad del ataque químico a la localidad de Khan Shaykhun.
La acogida de Tillerson fue tensa a la par que distante. No estaba del todo claro que fuera a ser recibido por el presidente ruso, Vladimir Putin, como finalmente fue. Ambos países relataron que se retomó “la aplicación del memorándum” para evitar futuros incidentes militares entre las fuerzas aéreas de los dos países, como fue el caso de la ofensiva de Estados Unidos a la base siria de Shayrat, hecho que hizo que Putin suspendiera las relaciones con los norteamericanos. Ambos países además han acordado crear un grupo de trabajo para “solucionar las cuestiones problemáticas en las relaciones bilaterales”.
El entendimiento no fue más allá, ya que, como se pudo constatar en las intervenciones hechas por los dos mandatarios durante la rueda de prensa conjunta, fueron evidentes las discrepancias que tienen tanto Washington como Moscú. Las posiciones respeto al futuro del presidente sirio, Bashar Al-Assad, y la responsabilidad del ataque químico a la localidad de Khan Shaykhun se mantienen confrontadas como estaban establecidas antes de la reunión.
¿Es irreconciliable la actual situación entre ambos países?
Tillerson declaró que “el régimen de Al-Assad estaba llegando a su fin” y que era necesario hacer un cambio generacional de forma organizada. No cabe duda que en el contexto internacional tan sensible con el que nos encontramos actualmente, es imposible hacer dicha transición a partir de una fase de negociación en la que estén representados todos los grupos religiosos del país.

La posición de Lavrov es muy clara, considera que los casos anteriores donde Occidente intervino, liderado por Estados Unidos, “propiciaron un cambio de régimen” y según su opinión, como consecuencia negativa, países como Libia e Irak acabaron fracasando y siendo un caos político y social. En tanto que, a priori desde Moscú no están a favor de un futuro derribo del gobierno de Al-Assad, ya que solo perjudicaría a los radicales.
El ataque químico de la semana pasada no se entiende sin situarlo como uno más de los últimos 50 incidentes similares que se le atribuyen al régimen de Al-Assad. Lavrov defendió el régimen sirio y atribuyó la responsabilidad de lo que había ocurrido a los rebeldes, acusándolos de introducir sustancias químicas en Siria.
El titular de exteriores ruso reclamó una investigación objetiva, donde los Estados Unidos dieron su aprobación. Pero, realmente, ¿a quién interesa que ésta investigación llegue a buen puerto? Las relaciones entre los dos países se habían deteriorado en los últimos meses de la presidencia de Donald Trump. Se puede decir que el nivel de confianza, sobre todo a nivel militar, no ha mejorado sino que ha empeorado considerablemente.
En Nueva York, la delegación rusa en el Consejo de Seguridad volvió a recorrer al veto para bloquear una resolución sobre el ataque químico. Con esta, es la octava vez que Rusia impide que se apruebe un texto condenatorio sobre el conflicto sirio.
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