Trump no representa la democracia
- Adrià Huertas Vidal
- 22 ene 2017
- 3 Min. de lectura

Es difícil describir qué es la democracia. En la cultura occidental se le atribuye al concepto una serie de valores intrínsecos que nosotros resumimos como "democráticos". Aun así, cuando hablamos de ella, siempre la simplificamos al hecho de tener derecho al voto tanto activo como pasivo, es decir, a poder elegir mediante un sufragio universal a un representante político y ha poder presentarte para ser elegido mediante el mismo procedimiento.
Con la intención que siempre tendré en el momento de encarar el papel un papel en blanco de querer buscar la luz en la más absoluta oscuridad. En este artículo me dispongo a analizar una de las primeras lecciones que el fenómeno Donald Trump de las que aprenderemos lo que queremos que nuestra sociedad prospere y no retroceda: la democracia ni comienza ni acaba en un proceso electoral, aunque este sea su máxima expresión.
El triunfo de un candidato machista, misógino, racista y xenófobo (por resumirlo en algunos conceptos) como presidente de la principal potencia del mundo ha demostrado que la democracia no se resume en el derecho a voto. Aunque sea la práctica democrática que más drásticamente puede cambiar las cosas tiene que venir acompañada de una educación en los valores que decidimos asignarle a esta forma de gobernarnos.
"El respeto como máxima expresión reguladora de toda opinión argumentada fundamenta el crecimiento multicultural y verdaderamente globalizador de nuestra sociedad."
El concepto que entendemos sobre qué tiene que ser la libertad, y aunque pueda parecer contradictorio, cuáles son las fronteras que decidimos ponerle y las distintas disciplinas en las que se manifiesta, es uno de los valores esenciales para este sistema. Se práctica en la libertad de prensa, de pensamiento, de reunión y sobre todo de expresión. En febrero de 2016, Trump ya dejaba clara su postura en este ámbito: "Cuando el New York Times o el Washington Post escriban un artículo para atacarnos, podremos demandarlos". Transformaba y promulgaba la libertad de prensa y de opinión como un ataque cuando fuera en contra de sus principios. De este modo, y refrendado por el apoyo que obtenía, la posibilidad de una administración Trump al frente de Estados Unidos comenzaba a vislumbrar un retroceso en la calidad democrática del país.
Otro de los valores democráticos que no representa Trump es precisamente una de las barreras que fronterizan la libertad. El respeto como máxima expresión reguladora de toda opinión argumentada fundamenta el crecimiento multicultural y verdaderamente globalizador de nuestra sociedad. No solo el respeto a las instituciones que nos gobiernan, a los ciudadanos con los que compartimos identidad, sino también con aquellas personas que culturalmente no tenemos tantas cosas en común. El ejemplo claro es la medida más popular de Trump, la construcción de un muro en la frontera con México para evitar, según él, la llegada de "violadores, ladrones y delincuentes" a los Estados Unidos.
Para acabar, y no hacer este artículo más extenso de lo que tendría que ser, la solidaridad es otro de los valores democráticos de los que carece Trump pero que suple con grandes dosis de xenofobia, racismo e islamofobia. Amparado en la escusa barata y falta de humanidad de proteger a los estadounidenses de las amenazas del terrorismo yihadista, el 45º presidente de los Estados Unidos aparece y se presenta como el capitán américa que va a salvar a su pueblo de una amenaza que existe, pero que no se puede extrapolar ni mucho menos a toda la comunidad islámica. Pero como dijo el recién fallecido filósofo, Zygmun Bauman: "Las grandes mentiras producen grandes miedos que producen a su vez grandes ansias de hombres fuertes".
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