¿Tragicomedia en la investidura?
- Juan Manuel Salgado
- 2 nov 2016
- 2 Min. de lectura

El prólogo de la investidura de Rajoy como presidente, nos lo trajo Pedro Sánchez como una indigestión a la hora del vermú. El reloj marcaba las 12:30 del mediodía. El exsecretario general del PSOE comparecía en rueda de prensa. Como confirmación a nuestros pronósticos, antes de acudir a la sala, lo vimos entregando su acta como diputado. La señal que nos dio permiso para comenzar a relatar la crónica de una muerte anunciada. Una intervención sin lugar a preguntas, pero dejando mil incógnitas. Un «cojo mi coche para escuchar a todos los militantes», que pudimos intuir como una declaración de guerra. Eso sí, entre sollozos y evidentes quebrantos de voz que, más que parecer un guerrero, parecía la imagen de un niño que había sido castigado sin su juguete. El tiempo dirá si Sánchez cuenta con las herramientas necesarias para recuperar el control del PSOE. Muchos nos tememos que no será así.
La sesión de investidura empezó con un Rajoy avisando de que, pese a no contar con mayoría absoluta, iba a seguir luchando porque nada cambie. Nada nuevo bajo el sol. El portavoz socialista y el líder de Podemos, proclamando a sus partidos como verdadera oposición. ¿Puede el PSOE liderar la oposición mientras entrega el Gobierno al PP? Los mal pensados igual creemos que pretenden hacer de Juez y parte. Rivera sumido en su paradoja de designarse artífice del cambio, regalando el gobierno al continuismo. Acusando al partido morado de todos los males pasados y futuros del país. Ya dejó claro Villacís para qué servía Ciudadanos cuando dijo: «Si Podemos no gobierna en España es gracias a Ciudadanos».
Parecía que el PSOE, hasta ese momento, estaba saliendo relativamente airoso del debate. Pero fue un espejismo. Apareció Rufián postulándose como verdugo del PSOE, recordando cuanta frustración había provocado entre los votantes socialistas la decisión de regalar el Gobierno a Rajoy. Su intervención parecía destinada a querer grabar la palabra «traidores» en el epitafio de la tumba socialista. Palabras tan intensas con verdades tan dolorosas, que lograron cumplir su objetivo, levantar el hervor de los aludidos en la bancada.
Se consumó la abstención y apenas quedaron 15 fieles al desterrado eslogan «no es no», que promocionó Sánchez. El apretón de manos entre Mariano Rajoy y Antonio Hernando, anunciaba el inicio de una nueva investidura. Después de una intensa sesión de tragicomedias, muchos fuimos a dormir con un previsible desconcierto. Tal fue que olvidamos reajustar el despertador al cambio horario. El despiste, como consecuencia, nos ha prolongado durante una hora más la pesadilla.
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